ERES MI TATUILLITA
septiembre 9, 2020

TE CUENTO UN CUENTO DE BABALU de Eduardo Galeano.

"...Él le recorre con los labios el hilo de humedad que le atraviesa el pómulo. Le secuestra el dedo meñique, se lo mordisquea y se relame y le propone: “Te cambio el dedo por un cuento que me contaron una vez en una isla”.
Como en las mil y una noches, piensa. Cambiar un cuento por un nuevo día de vida. Un nuevo día de vida sin aquellos ruidos insoportables en la cabeza. Un milagro. Así que Chaplin tenía razón cuando decía que el silencio es el oro de los pobres. ¿Estoy salvado? Si durara…

-¿Termina bien?
-Ya verás.
-Si no termina bien, no lo cuentes.
-¿Conoces a Babalú? ¿Y a Olofi? Olofi es el dios más importante de todos. Hizo el mundo con las manos. Hizo también a Babalú, Babalú-ayé, el negro lindo y fuerte que les gusta a todas las mujeres. Dios le dijo: “Puedes hacer el amor cuando se te ocurra, Babalú”. Y Babalú se puso muy contento. Se puso a saltar de la alegría. Pero también le dijo: “Cualquier día, menos los viernes. Los viernes, nada”. Babalú lo desobedeció muy pronto. Y entonces Dios se puso furioso. Para castigarlo, lo condenó a la lepra. Aislaron a Babalú y Dios le dijo: “Lo mereces”. Y el pobre Babalú se quejaba y Dios no lo escuchaba, y a Babalú se le iba cayendo el cuerpo de a pedazos.
-Ese cuento no me gusta. No sigas.
-¿Por qué?
-Soy una tonta.
-No, no. Ya verás. Porque entonces llegó Ochún al Reino de Olofi. Ochún, ¿la conoces? ¿No? Es la diosa de la sensualidad y las aguas dulces. Es una mulata muy chiquita, y tiene el pelo negro, ondulado y largo, como tú. Usa un vestido amarillo, como el tuyo, y le gusta comer fruta, como a ti. También le gusta tocar el tambor y tomar cerveza y ron y comer panetela borracha.
-Prohibido, como hoy.
-¿Qué?
-Que hoy es viernes. ¿No te habías dado cuenta?
Él se ríe y ella también se ríe. Ahora se sienten mejor.
-Entonces, Ochún llegó al Reino de Olofi para salvar a Babalú de la lepra. Ella bailó durante toda la noche en torno a la casa de Dios, y mientras bailaba iba regando los alrededores de la casa de Dios con los jugos de su cuerpo. Cuando Dios salió, muy temprano en la mañana, probó aquella miel y le gustó muchísimo. ¡Son tan sabrosos los jugos de Ochún! Dios lamió el suelo hasta que no quedó ni una gota. Y quiso más, más. ¿Quién ha traído esta miel tan deliciosa? “Esta miel el mía”, le dijo Ochún. Y le dijo que si quería seguir comiéndola, tenía que perdonar a Babalú. Dios se negó. De ninguna manera, dijo. Él ha sido castigado porque me desobedeció. Y Ochún le dijo: “Babalú ha sido castigado por lo mucho que le gustaban estas mieles de mujer. Y ahora tú, Dios, tú también quieres más miel”. Y entonces Dios comprendió todo. Y liberó a BAbalú de su condena. Le devolvió su cuerpo y su salud. Le puso, eso sí, una condición. Babalú se curó de la lepra pero quedó obligado a llevar todos los días el carretón de los muertos hasta el cementerio. Cualquiera que vaya al amanecer, puede verlo cargando con el carretón.
-Ochún ha de tener muchos poderes -dice ella.
-Todos los poderes. No hay ninguna mujer que…
-¿Ella es tu amiga?
-Mucho más que eso. ¿Sabes? Cuando el dios Olofi creó a las demás divinidades, les dio a cada una un lápiz de carbón, con una goma atrás, para escribir por un lado y borrar por el otro. El lápiz que le dio a Ochún estaba incompleto. Era el único lápiz que estaba incompleto. Lo que ella escribe, no lo puede borrar. Aunque quiera. Lo que ella hace, no se puede olvidar. Nunca se puede olvidar. Lo que ella hace, lo hace para siempre..."
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