Crecí en un Taller de Cerámica, en el seno de una familia de artistas en Caracas, Venezuela. Mi vida ha sido una mezcla de experiencias muy diferentes. Cuando era niña pasaba las tardes en el taller jugando con barro, pintando y creando, vivía para la emoción que me traía inventar.

Después de la secundaria, viví en el Amazónas con los Yanomamis y esto dejó una huella muy profunda en mi, que luego volqué en mi obra. Después de un tiempo, regresé a mis estudios de Antropología para completar mi carrera. Sin embargo el arte siempre ha estado presente en cada época de mi vida

El arte fue la elección correcta, pasé algunos años haciendo cerámica hasta que descubrí el bronce que me ofreció más libertad por la naturaleza física de mis personajes. Después de una mayor exploración de mis deseos artísticos, me di cuenta de que mi pasión era la escultura. Entonces decidí dedicarme a ello por completo e instalé mi fundición para estar al frente de todo el proceso.

Las inspiraciones para mis esculturas provienen de mis sentimientos internos sobre la vida, la simbiosis con la naturaleza, el rescate del espíritu salvaje, el renacimiento y la alegría. Son las reflexiones e interpretación de mis experiencias de vida. Son personajes alegres, que emulan al ser humano y que están casi siempre en acción, me gusta la sensación de sentirlos moverse en el espacio, integrarlos a su entorno y sentir que están vivos.

Han participado en diversas Ferias Internacionales, alcanzado premios, están en colecciones de Museos y muchas casas en las que son ahora parte de la familia.

Enseñar ha sido gratificante y me mantiene en equilibrio.

Enseño métodos y escultura figurativa en varios medios, pero sobre todo enseñó a materializar las emociones y poner el alma en la escultura.

Ahora vivo en España, estoy felizmente casada y tengo dos hijos.